Inma Soucase, periodista de profesión y responsable de una web de viajes, necesitaba un vestido de novia con el que poder bailar. Así que buscó hasta en nueve tiendas un diseño cómodo, no demasiado ajustado ni con escote palabra de honor que tuviera que estar colocándose en su sitio durante toda la celebración. Encontró dos que le gustaban pero no le convencían. «No me apasionaban», explica.
Entonces, su cuñada le propuso probar suerte en La Bohème. «Cuando entré, les enseñé la foto de la idea que tenía, inspirada en Audrey Hepburn en la película Sabrina, vestida en blanco y negro, de Givenchy. Y ellos enseguida me enseñaron lo que podían hacer. Cuando me lo probé ¡por fin sentí que estaba vestida de novia!», asegura.
Era, según dice, justo lo que buscaba: desmontable, le permitía tener volumen y presencia durante la ceremonia y, cuando se quitara la sobrefalda, podía bailar y moverse a gusto.
«Es un diseño con mucho estilo y muy elegante. Me adaptaron la forma del cuello tal y como lo quería, tipo halter. El cuerpo está adornado con encaje blanco y se adapta a la figura sin ser demasiado ajustado. El gris plata de la parte de arriba, el cinturón y los detalles de la falda lo hacen muy original», detalla.
«La parte de abajo está hecha de dos piezas. Una recta, abierta hasta la rodilla para permitir el movimiento, pero, además, tiene una sobrefalda, a modo de cola, que le da todo el volumen necesario para la ceremonia y luego se puede quitar fácilmente», añade.
De esta forma, Inma pudo cumplir su sueño de una boda en la que el baile resultara el centro de la celebración. «Primero fue el turno del vals. Dimos unos pasos y mi marido, al que había conocido en clases de baile, me quitó la sobrefalda; después llegó el turno de la bachata y la salsa y seguimos bailando hasta que terminó la celebración. Fue muy emocionante y muy divertido», concluye.
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